La carta del infierno

Este poema en quintillas lo escribió el trovero Manuel García Tortosa "El Minero", relatando una supuesta carta que le enviaba desde el Infierno a su amigo Simón (escrita, aproximadamente, entre el año 1920 y 1925).

 
LA CARTA DEL INFIERNO
 
Querido amigo Simón,
ya sé que estarás muy triste
por nuestra separación,
y aprovecho la ocasión
primera para escribirte.
 
Creo que será un consuelo 
esta carta para ti
mientras pises ese suelo,
pues sabrás que se está aquí
mucho mejor que en el Cielo.
 
Para que puedas juzgar
si es cierto lo que te digo
te lo voy todo a explicar;
bien sabes, mi buen amigo,
que yo no te he de engañar.
 
Desmiente cuanto te digan
que aquí en calderas hirviendo
a los seres nos castigan,
o en constante fuego ardiendo
a que estemos nos obligan.
 
Lo que sí tiene este infierno
es un clima superior
que no varía, es eterno;
ni nos molesta el calor
ni se conoce el invierno.
 
Aquí nos dan muy buen trato,
alimentación sobrada,
no se economiza plato;
como no se paga nada
resulta todo barato.
 
Aquí los bienes y males 
se reparten por igual,
no hay diferencias sociales
y somos todos iguales
para el bien y para el mal.
 
Nadie aquí guarda rencores
ni busca ofensas cobrar,
ni hay farsantes ni traidores,
las eminencias mayores
aquí vienen a parar.
 
Aquí no se ve ambición
ni se atropella la ley.
Hay buena administración;
sin observar religión,
sin ministros y sin rey.
 
Aquí vienen oradores,
científicos, publicistas,
poetas, historiadores,
satíricos novelistas
y grandes legisladores.
 
Los que tronos poseyeron 
y los que mitra llevaron,
los que títulos tuvieron
aquí todo lo perdieron
y con todos se igualaron.
 
Curas y frailes… quizás,
pocos sin venir quedaron;
son los que aquí abundan más,
esos que se condenaron
condenando a los demás.
 
Todos los Papas que hubieron
que aquí están juro que sí,
y los que los sostuvieron;
y hoy se ríen desde aquí
de lo que en vida mintieron.
 
Si es la gloria tu ideal
haces mal así al pensar,
pues te juro muy formal
que aquí vienen a parar
toda la escala social.
 
¿En el Cielo? ¡Pobrecillos!
Es seguro que estarán
de mí hasta los tobillos,
porque allí tan solo van
los tontos y los chiquillos.
 
Aquí es donde está lo bueno
y me sostengo en mi dicho.
¡Qué tranquilo, qué sereno,
qué hermoso infierno y qué lleno
está de todo capricho!
 
Aquí hermosas cupletistas,
aquí bellas bailarinas,
lo mejor de los artistas
y las bellezas más finas
antiguas y modernistas.
 
Aquí infantas y princesas,
aquí nobles señoronas,
aquí todas las grandezas
a pesar de sus riquezas
juntas con las comadronas.
 
Aquí impúdicas rameras, 
aquí honradas señoritas,
criadas y costureras,
planchadoras y modistas,
viudas, casadas, solteras…
 
Aquí alegres cigarreras, 
aquí monjas y beatas,
amas de cura altaneras
revueltas con verduleras,
vendedoras de patatas.
 
Aquí es toda gente lista
que para todo aprovecha,
si hay algún lila o pancista
viene el diablo y lo echa
cuando nos pasa revista.
 
Cada cual con un diablillo
para servirnos contamos,
veloz como el rayo y pillo
y aquello que deseamos
lo tenemos al dedillo.
 
Aquí todo son placeres,
no se conocen tormentos,
no hay derechos ni deberes
y estamos todos revueltos
los hombres y las mujeres.
 
Nadie tiene mal humor
porque todo va muy justo,
no hay venganza ni rencor,
y hasta el diablo mayor
se afana por darnos gusto.
 
Aquí no hay nadie carlista
ni nadie republicano,
y desde el primer realista
hasta el último anarquista
van cogidos de la mano.
 
Anoche salí buscando
al anarquista Angelillo
en mil partes preguntando…
y me lo encontré jugando
con Cánovas del Castillo.
 
Torquemada un baile dio,
y con modales atentos
para este baile invitó
los ocho mil ochocientos
españoles que quemó.
 
Los que fueron criminales
aquí alternan con los jueces,
algunos rectos fiscales
los veo jugar a veces
con el bandido Pernales.
 
Ni aún en cuestiones de amor
hay nadie privilegiado,
se unen, a lo mejor,
una monja y un soldado
una reina y un pastor.
 
Y si vieras qué jaleos
y qué trastornos se sienten
de cantos y palmoteos…
Y juntitos se divierten 
jueces, verdugos y reos.
 
No temas pues al castigo
ni tengas miedo a morirte,
que para que estés conmigo
yo saldré mi buen amigo
al camino a recibirte.
 
Dile a los que arrepentidos
quieren a fuerza de orar
ser para el Cielo elegidos,
que pecados cometidos
nadie puede perdonar.
 
Que serán como yo iguales
y aquí vendrán como yo,
pues con sentidos cabales,
entre todos los mortales
ni uno sin pecar quedó.
 
Ya verás que todo es cierto,
cuando aquí estés alojado
todo lo hallarás abierto,
lo que en vida no has gozado
gozarás después de muerto.
 
Solamente hay uno o dos
que aquí no entrarán jamás
de sus crímenes en pos,
como los desprecia Dios
los desprecia Satanás.
 
Aquí todo se admitió
sin fijarse para nada
en lo mal o bien que obró,
hay para todos entrada,
para Maura y Cierva, no.
 
Y si alguno aquí llegara
y el diablo complaciente
entrar aquí los dejara,
es fijo que se quedara 
todo el infierno sin gente.
 
Tal esos fulanos son
que si se les deja entrar,
porque tras de su ambición
eran capaces de armar
aquí una revolución.
 
Pudo Torquemada hallar
amparo aquí del demonio,
y hasta Nerón pudo entrar,
pero no pueden pasar
ni Don Juan ni Don Antonio.
 
Esos, que saquen patentes
para la Gloria, y allí
que son más tontas las gentes,
pueden robar como ahí
y fusilar inocentes.
 
Es cuanto te sé decir
de todo lo que aquí pasa;
no temas pues a morir…
Da mis recuerdos en casa
y prepárate a venir.
 
Ya sabes, Pedro Botero
te facilita el pasaje
y el pase para el portero,
prepárate el equipaje
y andando, que aquí te espero.
 
Recibe mi amigo hoy
un abrazo fraternal
como el que a todos les doy;
pues tuyo y de todos soy
EL PECADO UNIVERSAL.
 
             FIN