La protesta

Poema de 41 décimas que, con el título de "LA PROTESTA", el trovero Manuel García Tortosa "El Minero", deja clara, una vez más, su postura inquebrantable de defensa de la clase obrera y su lucha contra la opresión social de su época.
 
LA PROTESTA
 
¡No puedo callar, no puedo!
callar es una bajeza
y es más pobre la pobreza 
aparejada de miedo.
Yo, que al temor nunca cedo,
quiero claro y fuerte hablar 
y si nada he de lograr,
 sabré lo del perro hacer: 
cuando no puede morder 
se contenta con ladrar.
 
Aunque tosca, torpemente, 
decir quiero lo que siento, 
pero no como lamento,
como protesta valiente.
Basta ya de ser prudente  
y tanto tiempo perder, 
me importa muy poco ser 
escarnecido y odiado 
del mundo privilegiado 
cumpliendo con mi deber.
 
Además, yo nada invento, 
sólo en verdades me fundo  
de las que tiene el mundo 
entero conocimiento.
Y puesto que no comento 
calumnias ni falsedades,
sino graves crueldades
que no deben cometerse,
no puede nadie ofenderse  
porque les diga verdades.
 
En una caverna oscura  
hecha por mi propia mano,
trabajo con el tirano 
que enriquecerse procura.
Es el antro o sepultura 
que “mina” tiene por nombre,
trabajo sin que me asombre 
proscrito a la luz del día, 
esa luz que Dios envía 
a la tierra para el hombre.
 
Y acaso encuentre en la calle 
a aquel que yo he enriquecido,
 y si una limosna pido  
una indiferencia halle.
Un verdadero detalle, 
es la triste realidad, 
el que una limosna da 
en grandezas se reviste  
porque no sabe que es triste 
vivir de la caridad. 
 
 Bien sé el odio y rencor  
que contra mí han de sentir,
porque la verdad decir 
siempre fue ofensa mayor.
Si yo vivo en un error 
denme, pues, la explicación 
y los que imparciales son 
en una y otra creencia, 
ante una recta conciencia 
digan si tengo razón.
 
¿Es justo que, trabajando, 
no pueda comer el pobre 
y al rico todo le sobre, 
que vive ganduleando?
¿Y que vaya malgastando
lo que no gana, en el vicio,
recayendo en el perjuicio 
del que trabaja y no come, 
y no contento, le tome
como bestia a su servicio?
 
¿No es un crimen el dejar,
cuando sobran alimentos,
seres humanos hambrientos 
por la calle mendigar?
¿No es crimen acaparar 
frutos de ajeno sudor, 
para que el trabajador 
que todo lo ha producido  
esté siempre reducido 
entre miseria y dolor?
 
Al hijo del pobre obrero, 
que tan sólo ha cometido 
la falta de haber nacido 
de unos padres sin dinero,
¿Por qué causa, el usurero, 
explotador de su padre,
deshonrador de su madre, 
le niega su protección 
dañándole el corazón 
con la savia del baladre?
 
Todo esto y mucho más, 
que todo el mundo sabemos
¿es que sufrirlo debemos 
sin indignación? ¡Jamás!
¡Oh justicia! ¿Dónde estás,
que con rectitud no llegas 
y parece que te ciegas 
con saña contra el bracero 
y al influjo del dinero 
humillada te doblegas?  
 
Como la parte ofendida 
va perdiendo el sentimiento, 
conviene a cada momento 
ponerle el dedo en la herida.
No haciéndolo, se olvida  
de sus males a diario,
y yo creo necesario 
que siempre rebeldes sean,
y los que otra cosa crean 
que demuestren lo contrario.
 
Que yo soy un loco, exclaman 
algunos al escucharme;  
mal han sabido juzgarme 
esos que loco me llaman.
¿Son locos los que reclaman  
del crimen reparación?  
Los locos acaso son 
los que pierden la conciencia 
y que por la conveniencia 
se olvidan de la razón.
 
No es de locos el pensar 
que la clase productora  
no puede a ninguna hora 
la dicha saborear.
Ni es de locos censurar 
la desigualdad irritante 
que de un modo denigrante  
hoy la sociedad sostiene, 
ni el que con razón condene 
la esclavitud repugnante.
 
Pero, en fin, si loco soy,  
a pesar de mi locura,
veo la luz que fulgura 
y hacia ella recto voy.
Y tan decidido estoy  
a sembrar nueva semilla, 
que ningún terror me humilla
ni hago de consejos caso,
ni hay quien detenga mi paso
hacia ese faro que brilla.
 
Cuánto me duele no estar 
dotado de inteligencia  
y que pudiera la ciencia 
en mis escritos brillar.
Si ayudara a mí pensar  
facilidades mayores 
con resultados mejores 
escenas bosquejaría 
que en el mundo se aterraría 
ante tan negros horrores.
 
Tristes verdades del día  
que el oprimido descubre
y el privilegio las cubre 
con manto de hipocresía.
Cuadros en que se vería  
bien claro el bestial furor, 
ocultándose el dolor 
y crímenes a granel,
que de la farsa el pincel 
les da distinto color.
 
 Dramas que son y que han sido 
el horror del hombre honrado  
y que quedan y han quedado 
en el rincón del olvido.
Si alguna vez se ha querido 
castigar a los autores, 
con dinero y con favores,  
lo blanco negro lo hicieron 
y por castigar tuvieron  
cruces, empleos y honores.
 
En la sociedad actual 
nunca el rico es delincuente, 
se condena solamente 
a quien no tiene un real.  
Los que tienen capital 
contra ellos no hay enojo  
ni hay escarnio ni sonrojo,
y saben darse tal maña 
que en particular a España 
la manejan a su antojo.
 
Ellos se hacen dictadores 
y a su capricho hacen leyes  
y se convierten en reyes 
cuando no en emperadores.
Ellos son dispensadores 
del favor por influencia, 
ni al trabajo ni a la ciencia  
conceden mérito alguno 
porque no tiene ninguno 
ni dignidad ni conciencia.
 
Un rumor mal comprimido  
de quejas del explotado, 
brutalmente maltratado,  
inicuamente  ofendido;
suena constante al oído 
del miserable negrero 
que audaz, sanguinario y fiero 
el odio en él se desata  
y atropella, hiere y mata  
como lobo carnicero.
 
Y razonando a su modo
exclaman frecuentemente: 
¿No podéis ya libremente  
buscaros vuestro acomodo?
¿No sois libres para todos?
Entonces, ¿qué más queréis?
¡Imbéciles!, ¿Pretendéis 
que en los bienes terrenales  
seamos todos iguales?
¡Eso nunca lo veréis!
 
Tal caso yo al escuchar 
la sangre afluye a mi frente 
y un volcán de lava hirviente 
siento próximo a estallar.
¡Qué modo de razonar!
¡Qué escarnio contra el honor!  
¡Qué ignominia! ¡Cuánto horror!
Aún piensan esos bandidos  
que ellos son mejor nacidos 
que el pobre trabajador.
 
Para haber tal diferencia 
¿qué razón alegar pueden 
que desmentidas no queden 
ante una recta conciencia?
¿Dónde está de su creencia 
la base fundamental?
Nuestra sangre es toda igual  
y aunque analizada ha sido 
la química no ha podido 
hallar diferencia tal.
 
El torpe afán de dominio  
cuántas desdichas produce 
y a la humanidad conduce 
al odio y al exterminio. 
Gozar en el predominio  
a costa de ajeno mal  
es la lógica fatal  
que tanto en el mundo influye  
y que sólo constituye 
un delito criminal.  
 
 
Esa ley torpe y tirana
que así el privilegio abona
y la explotación sanciona, 
es una ley inhumana.
Si humanidad es humana, 
tal como Cristo decía, 
¿en dónde se observa, hoy día, 
el santo ejemplo que daba 
aquel que descalzo andaba 
y en duro lecho dormía?
 
¡Farsantes! Ni son cristianos 
ni adoran ni a Dios ni al hombre
y merecen sólo el nombre  
de antropófagos humanos.
¿Cómo ser nuestros hermanos 
aquellos que nos devoran, 
aquellos que colaboran 
para nuestra destrucción 
y que ciegos de ambición  
sólo al dios del oro adoran?
 
Los que de un modo asqueroso 
derrochan nuestro sudor, 
mientras va el trabajador 
siempre hambriento y andrajoso.
Los que al lupanar fangoso,
vida y protección le dan,
los que malgastando van 
las pesetas a millares, 
viendo que en nuestros hogares 
falta el abrigo y el pan.
 
Los que, ciegos de placeres, 
de ningún vicio se excusan 
y de su poder abusan 
deshonrando a las mujeres.
Los que a cumplir sus deberes 
jamás se les enseñó 
y al qué producto les dio
le hacen morir o que emigre,
serán hermanos del tigre,
pero hermanos nuestros, ¡no!
 
Les agrada mucho hallar  
quién les suplique y les ruegue  
y ante ellos se doblegue  
falso perdón a implorar.
En mí no lo han de lograr  
ni aún quemado a lento fuego, 
les suplico yo y les ruego 
no me tengan compasión,  
y si hermanos míos son
de mi familia reniego. 
 
¡Pensar, qué triste es pensar!
No sé para qué pensamos,
si pensando sólo hallamos  
indignación, malestar.
¡Oh!  Quién pudiera encerrar 
bajo llave el pensamiento 
y que sólo el sentimiento 
del placer la puerta abriera
aunque al fuego se fundiera  
la tierra y el firmamento.
 
¿Quién libremente pensando 
dicha completa ha de hallar,
cuándo va siempre al pensar  
sinsabores encontrando?
Aún los que viven gozando 
en deslumbrante opulencia  
por su manchada conciencia  
piensan en el enemigo  
y piensan en el castigo 
de su culpa con frecuencia.
 
Nosotros los que luchamos  
entre llanto y amargura  
solamente en la locura 
el lenitivo encontramos.
Cuanto más cuerdos pensamos 
mayor es nuestro sentir,  
pensar que solo a sufrir 
hemos venido a la vida,  
es tan triste, que convida 
la existencia a maldecir.
 
Pensar la triste misión 
a que estamos destinados 
los pobres desheredados 
es una condenación.
Pensar en la explotación  
que nos diezma horriblemente 
es asunto tan latente,
es pensamiento tan grave
que cómo en realidad cabe 
sin protesta en nuestra mente.
 
Pensar que nosotros siendo  
quien todo lo producimos  
y en la miseria vivimos 
de escarnio solo sirviendo.
Pensar esto y estar viendo
tal infamia y tal baldón 
de odios en la explotación 
que llegar tiene el momento 
que enloquezca al pensamiento 
y se ahogue el corazón.
 
Y turbado  ya el sentido 
con ese loco furor 
que no conoce el temor 
ni al mandato presta oído;
de un modo despavorido  
véase el mundo arrastrado  
y en torbellino irritado  
de odios y de opresiones  
que en tantas generaciones  
el privilegio ha creado.
 
Cual torrente comprimido  
roto el dique que lo encierra
el grito de justa guerra  
oirá el pueblo embravecido.
Ciego, loco, enfurecido, 
despreciando las riquezas,  
calcinado las cabezas,  
los palacios derribando 
y en sus escombros dejando  
sepultadas las grandezas.
 
Todo esto ha de llegar, 
quien lo duda o quien lo niega  
o la ignorancia le ciega  
o finge para negar.
Se pretende reto dar  
persiguiendo, amenazado,  
encarcelado,  matando,
con criminal cobardía  
y cuanta más tiranía 
más lo están aproximando.
 
En tanto llega la hora 
de la reivindicación 
hagamos la oposición  
al buitre que nos devora.
Luchemos, pues, sin demora 
nuestro ideal propagando,  
nuestra doctrina enseñando  
que el obrero lo comprenda  
arrancándole la venda  
que le está de luz privando.
 
Que la redentora idea  
llene al mundo por igual 
desde la gran capital  
hasta la más pobre aldea.
Que en ella el obrero vea  
su única salvación  
para que sin su gestión 
estrechamente abrazados 
vayan los desheredados 
en pos de su redención.
 
Somos muchos, ciertamente,
los que por eso luchamos 
con fe por ver si llegamos 
a la masa indiferente.
Ante el revoltoso ambiente  
nos causa gran sentimiento 
que a pesar de nuestro aliento 
con vergonzosa paciencia 
duerman en la indiferencia 
más del ochenta por ciento.
 
Despierta ya, proletario, 
luz redentora te alumbre 
y desciende de la cumbre  
del vergonzoso calvario.
Ese edén imaginario 
que te han sabido pintar 
y sufriendo has de ganar, 
desprécialo que es mentira 
y solo al progreso mira
que es el que te ha de salvar.
 
            FIN