La inocencia ofendida
Poema realizado en décimas por el trovero Manuel García Tortosa "El Minero", que titula "La inocencia ofendida", y en el que también deja constancia clara de su forma de pensar sobre su defensa de la clase trabajadora y su constante desacuerdo con las penurias que sufría el obrero en esos primeros años del siglo XX que le tocó vivir.
LA INOCENCIA OFENDIDA
Papá, ayer me despacharon
en la casa de Paquita
y los yayos de Angelita
en la puerta me plantaron.
Tampoco entrar me dejaron
en la casa de Mondeja
y las hijas de Pareja,
que antes tanto me querían
“márchate de aquí –decían-
que llevas la bata vieja”.
Yo con ninguna he reñido
ni les hice mala acción
y no sé por qué razón
todas me han aborrecido.
Papá, ¿qué habrá sucedido?
¿Me lo puedes explicar?
¡Me dan ganas de llorar!
No puedo a nadie acercarme
ni tengo con quién juntarme
ni amigas con quién jugar.
¡Ay, hija! Esa explicación
en tu sentido no cabe,
es que todo el mundo sabe
mi precaria situación.
Y al tener la convicción
de nuestra total pobreza,
-aunque algunos su riqueza
no es para que mucho sobre-
el alternar con el pobre
lo tienen como bajeza.
Pero calma tu pesar
y ten paciencia, hija mía,
a ver si la lotería
nos tocará sin jugar.
Si eso llegara a pasar,
las que hoy saben despreciarte
volverían a buscarte
y entonces tú, sin mirarlas,
tendrías que despreciarlas
y de su lado apartarte.
Te voy un consejo a dar
y que no lo olvides quiero,
por si algún día el dinero
se quiere de ti acordar:
Que aprendas a despreciar
del interés el cinismo,
pues no tiene el egoísmo
amistad franca y sincera,
y quien pobre no te quiera
rica te odia lo mismo.
Desprecia al adulador
que te alabe en tu grandeza,
lo que inspira la riqueza
es envidia más que amor.
Y si alaban tu valor
al interés obedece,
quién te envidia te aborrece,
aunque demuestre otra cosa,
y la persona envidiosa
sólo desprecio merece.
Ese maldito egoísmo
hasta en los niños impera.
¡Qué humanidad tan rastrera!
¡Qué descaro! ¡Qué cinismo!
Con el rico, servilismo,
vergonzosa humillación
que siempre encubre traición,
y con el pobre, desprecio,
que engendra el orgullo necio
rasgándole el corazón.